MENSAJE
DE NAVIDAD
Toda obra, todo
diseño inteligente está concebido como una finalidad o un propósito. Quien
planifico a la persona lo hizo en la razón y la libertad, con sentimientos y
alma, como resultado de la aplicación de la espiritualidad y perfección. La
falta de libertad es propia de lo solamente material, de lo que está programado
para la obediencia ciega en misiones limitadas y sin transcendencia. De ahí la
infinita importancia de todo lo humano, en correspondencia con la voluntad del
creador, en un dialogo con la verdad.
Si todo ello no
fuera así nada existiría, porque no habría un propósito que justificara lo
creado. No somos fruto de la casualidad ni del capricho de un ente mitológico,
sino del único Dios.
Nos identificamos
en Jesucristo porque es un hombre como nosotros; es la única versión del Padre
y no existen franquicias; solo El es original e hijo unigénito de Dios. Nuestra
imagen y semejanza en Jesus nos confiere la gran dicha de ser depositarios de su
mensaje; y no de cualquier mensaje sino
la fórmula del amor y la verdad.
Celebramos La
Navidad, a Jesucristo, y por ello estamos llamados a difundir su mensaje como El quiere, públicamente, con alegría e ilusión, con
sencillez y humildad, sin imposiciones. La sociedad sin Dios se aparta de los
principios fundamentales que rigen el universo y cae en el abismo de la
indiferencia y la soledad; no contempla un horizonte de esperanza y se desvía
hacia un orden caprichoso y caótico en el que la persona queda devaluada y
cosificada en lo puramente material.
Celebrar La Navidad
es por ello la fiesta de la existencia, de ser humanos al igual que Jesucristo,
de servir a los demás. Si solo pensamos en nosotros mismos no podemos
moralmente exigir a los demás que piensen en nosotros, ni participar de la
solidaridad, despreciando así el significado de los derechos fundamentales de
la persona y rebajandolos a la simple retorica. Pensar en los demás como en uno
mismo supone el máximo orgullo al que aspiramos como seres humanos y de esta
forma nos sirve sin nada a cambio.
La Navidad no es
una simple fiesta de invierno, es el Acto fundacional del Cristianismo para
identificar plenamente a Dios. Esta verdad no puede confundirse con
planteamientos que pretenden suplantarla y relativizarla, esconder en la
oscuridad y o tergiversar la fé y la historia. Allá los que vuelven la espalda
a Jesús y abrazan la impunidad de sus actos en el falso mundo materialista
productor de injusticias.
Quien no es capaz
de perdonar y amar no podrá fundar nunca una alternativa de convivencia viable.
Si lo que se pretende es conseguir solamente el poder y la dominación, seremos
muchos los que no reconoceremos tales pretensiones porque ya conocemos a Jesús
que nos ofrece mucho mas, tanto que jamás lo podremos apreciar y agradecer.
La Navidad es
pensar en el Bien. Saber que se está en lo cierto es una recompensa importante,
es construir el mundo sobre pilares sólidos habiendo apartado lo banal que
obstruye el camino que conduce a lo autentico.
Solamente se sigue
aquellos falsos líderes que nos prometen cosas inmediatas y materiales, como si
quisieran desviar nuestra atención de lo que cuesta sacrificio y penalidades.
Esa actitud es tan burda que solo la siguen los ávidos de regalos envenenados,
de recompensas fáciles y narcotizadas por la vulgaridad del uso diario y
permanente.
Quien conoce a
Jesucristo esta inmunizado contra el mal. Cualquier señuelo falso es reconocido
de inmediato y avisa del peligro circundante a los demás; es su obligación,
también llamada misión. No se puede servir a dos amos si no solo a nuestro
Señor, porque no somos eclécticos y divagadores en la claridad de las ideas y
las creencias: somos cristianos.
Todo esto y mucho
mas es lo que celebramos estos días, aunque no tengamos dinero para comprar una
vela, pues la luz que nos alumbra es mucho más potente que toda la parafernalia
consumista que ilumina temporalmente nuestros pueblos y ciudades.
No podemos caer en
la relajación y el mecanicismo de las celebraciones cristianas, como si
olvidáramos la esencia del significado original de las mismas, pues Cristo es
la fuente inagotable de enseñanzas vitales para todos, sin exclusiones, sin
mediadores que pudieran degradar o alterar lo fundamental de ellas.
El miedo de muchos
por adquirir un compromiso formal con Jesús les impide acceder a una realidad profunda en
lo humano, en ellos mismos. Un miedo cómodo infundado y a veces agresivo, como
si el amor hiciera daño; muy al contrario, la presencia y proximidad de El
supone la mejor garantía y confianza en cualquier lugar. A quien deben tener
miedo es a los falsificadores de la verdad, incluyendo a los que
instrumentalizan a Dios para sus intereses; se sirven de El para ganar dinero,
en su nombre, y en su propia casa. Quien está con Jesucristo no es para engañar
ni medrar en su nombre si no para trabajar honradamente con el sudor diario; el
salario será consecuencia y proporcionado al esfuerzo de cada uno y en
solidaridad para que otros lo tengan.
La familia nos
espera para contarle estas cosas. Es una obligación, es la alegría de la
Navidad.
GABRIEL UBEDA
ORMEÑO
CONCEJAL
DEL AYUNTAMIENTO DE PORZUNA