jueves, 21 de junio de 2012

INCENDIOS FORESTALES 2º PARTE

Siempre la crítica irresponsable se ha utilizado para proponer tareas imposibles a los demás y degenerar en odio y animadversión a los que sinceramente pretenden controlar los incendios forestales. Si esta se orienta para mejorar el mundo, siempre tendrá una justificación, por contener claves constructivas aunque difieran en los matices.

Unas leyes rígidas y elaboradas por quien desconoce la naturaleza humana en los medios forestales no puede ser un instrumento útil para preservar nuestro valioso patrimonio natural.

Debemos mirar hacia una progresiva mentalización de las personas para despertar en ellas una creciente ilusión en la belleza productiva de la conservación; sin trucar legítimas expectativas y aspiraciones regladas dentro del orden tradicional. Saber sacrificar lo ``efímero´´  para salvar el resto y delimitar nítidamente las líneas rojas de lo intocable e innegociable en el marco de una justicia compensatoria.

La prevención pasa por analizar las delicadas y sutiles relaciones entre diversos intereses y la conservación; de todo ello debe nacer el marco conciliatorio que rebaje al máximo la fricción social y por ello los riesgos. Este capítulo, inconcluso por naturaleza debe seguir investigándose al igual que los demás, en una constante aproximación a lo naturalmente extinguible con medios humanos.

Los diferentes mosaicos vegetales se han configurado a través del tiempo en función de los usos y también con los incendios (más o menos naturales). Estamos viendo el resultado de un proceso dinámico con muchos componentes que distorsionan la estabilidad y que lo seguirán haciendo a pesar de la resistencia de los que soñamos en un paraíso. Pero con sueños o sin ellos habrá lugares que a pesar del fuego seguirán prácticamente intactos, porque en ellos se concentra una correcta gestión para asegurar el futuro del bosque. Las técnicas empleadas no podrían resumirse en este espacio; para ello se hará un resumen:

El combustible del monte poco alterado se reparte  diferencialmente en función del potencial de cada estación. Evoluciona siguiendo las reglas naturales de la sucesión hasta la estabilidad. Pero esto es verdad hasta cierto punto, pues el monte mediterráneo y en función de ciertas variables, mantiene una lucha de frondosas y coníferas en un reparto biogeográfico. En nuestros campos de los montes de Toledo y campo de calatrava se observa que tras el incendio son los enebros los que nacen masivamente; en otras ocasiones son las encinas, coscojas y otros matorrales los ganadores en esa autosucesión,  condicionada por multitud de factores, entre ellos los antrópicos etc. No existe por tanto una estabilidad total ni en el tiempo ni en el espacio; es una interminable readaptación de las estrategias en la supervivencia de todas las especies conocidas o por conocer.

El fuego trunca esa evolución. La vegetación volverá a renacer con su capacidad pasiva o activa dependiendo de la recurrencia de la perturbación.

Las grandes encinas y otros árboles centenarios se han salvado, por que en sus inmediaciones no había acumulación de combustible o era de pequeña talla (dehesas, cañadas etc) a costa de simplificar la diversidad. Proponemos para estos espacios concretos la implantación de zonas acotadas y libres de alteración para comprobar la evolución en su interior, asegurando a ultranza la ausencia de accidentes. Estas medidas deberían tomarse en todo el territorio nacional.

La selvicultura preventiva en atención a las prioridades, debería centrar todo su interés en la consecución del turno físico en los montes más valiosos, en una intervención selectiva para conseguir una resistencia pasiva, por el grosor de sus árboles, por la estructuración sombreada del sotobosque etc.

La escasa cultura forestal de la sociedad española no ayuda en nada a la defensa de los espacios naturales. Es preciso involucrar a muchos agentes sociales con capacidad mediática para mentalizar a los indiferentes, a los hostiles y los que comienzan en la escuela. Son los gobernantes los primeros que deben  estar mentalizados y los que tienen que desencadenar la cascada de acciones legislativas y administrativas junto a una sociedad receptiva y responsable.

Los cursos de formación en esta materia tienen un buen nivel, y también quien los imparte, si bien los alumnos terminan trabajando en sectores que nada tienen que ver con lo aprendido. No deben arrepentirse de ello, pues algún día pueden poner en práctica lo que saben. No debería jugarse con algo tan serio como el futuro laboral de quien aspira a la conservación, utilizandos numéricamente para cuadrar estadísticas por políticos carentes de escrúpulos. Estamos hablando de un sector que no admite bromas de mal gusto, si no la excelencia imaginativa de quien gestiona.

La ``sola´´ existencia del monte justifica la conservación. Además se suman otras muchas ventajas múltiples que deben tenerse en cuenta. Se tiene la fea costumbre de no adaptar y arreglar la casa cuando alguien viene de visita. Se han diseñado innumerables rutas por sendas y caminos en nuestro medio rural para admirar riberas sin vegetación, eriales abrasados por la desidia, restos de construcciones tradicionales saqueados y esquilmados etc. Esto debería estar resuelto si se hubiera comenzado hace varias décadas. La mejora y restauración de nuestros paisajes es condición previa para establecer rutas naturales para la admiración, de quien sepa mirar (que no son pocos), los trabajos de alto nivel.

También es cierto que muchas repoblaciones ya consolidadas son de admirar así como la restauraciones de algunos batanes y otras construcciones de interés. Algunos lugares deben mantenerse en el anonimato ya que de momento es la mejor preservación.

Los servicios de extinción, el personal que esta y no esta, los que puedan venir, deben entender (y lo saben) que mucha gente tiene sus esperanzas depositadas en ellos y agradecidos de su labor toda la vida. No dejéis pisotear vuestra dignidad por malos consejos, por aquellos que son capaces de hundir su propia obra. Estar orgullosos de vuestro trabajo y meritos grabados en vuestra conciencia al haber  hecho un bien.

La crítica expira cuando es ingrata. No debe infravalorarse el merito de quien extingue incendios forestales. Sabemos que es difícil siempre y en especial cuando concurren circunstancias agravantes  como el viento fuerte, la orografía, la sequedad, el difícil acceso. A ello se suma el cansancio de los retenes, el estado anímico al no poder oír los aplausos de su gente, el pensar que alguien puede estar acechando para iniciar otro fuego.

Sabemos que técnicamente se puede librar un determinado espacio del incendio. Ello se consigue con una concentración masiva de medios. Selvicultura radical, medios de extinción desmesurados, vigilancia sobresaturada etc. Este sistema es inviable porque deben atenderse inmensidades territoriales. Es la sociedad que debe proteger el monte en su obrar correcto, entendiendo por ello el amor a su tierra y sus congéneres, como acto de generosidad en el bien común.

Gabriel Úbeda

Concejal de Porzuna