Siempre la crítica irresponsable
se ha utilizado para proponer tareas imposibles a los demás y degenerar en odio
y animadversión a los que sinceramente pretenden controlar los incendios
forestales. Si esta se orienta para mejorar el mundo, siempre tendrá una
justificación, por contener claves constructivas aunque difieran en los
matices.
Unas leyes rígidas y elaboradas
por quien desconoce la naturaleza humana en los medios forestales no puede ser
un instrumento útil para preservar nuestro valioso patrimonio natural.
Debemos mirar hacia una
progresiva mentalización de las personas para despertar en ellas una creciente
ilusión en la belleza productiva de la conservación; sin trucar legítimas
expectativas y aspiraciones regladas dentro del orden tradicional. Saber
sacrificar lo ``efímero´´ para salvar el
resto y delimitar nítidamente las líneas rojas de lo intocable e innegociable
en el marco de una justicia compensatoria.
La prevención pasa por analizar
las delicadas y sutiles relaciones entre diversos intereses y la conservación;
de todo ello debe nacer el marco conciliatorio que rebaje al máximo la fricción
social y por ello los riesgos. Este capítulo, inconcluso por naturaleza debe
seguir investigándose al igual que los demás, en una constante aproximación a
lo naturalmente extinguible con medios humanos.
Los diferentes mosaicos vegetales
se han configurado a través del tiempo en función de los usos y también con los
incendios (más o menos naturales). Estamos viendo el resultado de un proceso
dinámico con muchos componentes que distorsionan la estabilidad y que lo
seguirán haciendo a pesar de la resistencia de los que soñamos en un paraíso.
Pero con sueños o sin ellos habrá lugares que a pesar del fuego seguirán
prácticamente intactos, porque en ellos se concentra una correcta gestión para
asegurar el futuro del bosque. Las técnicas empleadas no podrían resumirse en
este espacio; para ello se hará un resumen:
El combustible del monte poco
alterado se reparte diferencialmente en
función del potencial de cada estación. Evoluciona siguiendo las reglas
naturales de la sucesión hasta la estabilidad. Pero esto es verdad hasta cierto
punto, pues el monte mediterráneo y en función de ciertas variables, mantiene
una lucha de frondosas y coníferas en un reparto biogeográfico. En nuestros
campos de los montes de Toledo y campo de calatrava se observa que tras el
incendio son los enebros los que nacen masivamente; en otras ocasiones son las
encinas, coscojas y otros matorrales los ganadores en esa autosucesión, condicionada por multitud de factores, entre
ellos los antrópicos etc. No existe por tanto una estabilidad total ni en el
tiempo ni en el espacio; es una interminable readaptación de las estrategias en
la supervivencia de todas las especies conocidas o por conocer.
El fuego trunca esa evolución. La
vegetación volverá a renacer con su capacidad pasiva o activa dependiendo de la
recurrencia de la perturbación.
Las grandes encinas y otros
árboles centenarios se han salvado, por que en sus inmediaciones no había
acumulación de combustible o era de pequeña talla (dehesas, cañadas etc) a
costa de simplificar la diversidad. Proponemos para estos espacios concretos la
implantación de zonas acotadas y libres de alteración para comprobar la
evolución en su interior, asegurando a ultranza la ausencia de accidentes.
Estas medidas deberían tomarse en todo el territorio nacional.
La selvicultura preventiva en
atención a las prioridades, debería centrar todo su interés en la consecución
del turno físico en los montes más valiosos, en una intervención selectiva para
conseguir una resistencia pasiva, por el grosor de sus árboles, por la
estructuración sombreada del sotobosque etc.
La escasa cultura forestal de la
sociedad española no ayuda en nada a la defensa de los espacios naturales. Es
preciso involucrar a muchos agentes sociales con capacidad mediática para
mentalizar a los indiferentes, a los hostiles y los que comienzan en la
escuela. Son los gobernantes los primeros que deben estar mentalizados y los que tienen que
desencadenar la cascada de acciones legislativas y administrativas junto a una
sociedad receptiva y responsable.
Los cursos de formación en esta
materia tienen un buen nivel, y también quien los imparte, si bien los alumnos
terminan trabajando en sectores que nada tienen que ver con lo aprendido. No
deben arrepentirse de ello, pues algún día pueden poner en práctica lo que
saben. No debería jugarse con algo tan serio como el futuro laboral de quien
aspira a la conservación, utilizandos numéricamente para cuadrar estadísticas
por políticos carentes de escrúpulos. Estamos hablando de un sector que no
admite bromas de mal gusto, si no la excelencia imaginativa de quien gestiona.
La ``sola´´ existencia del monte
justifica la conservación. Además se suman otras muchas ventajas múltiples que
deben tenerse en cuenta. Se tiene la fea costumbre de no adaptar y arreglar la
casa cuando alguien viene de visita. Se han diseñado innumerables rutas por
sendas y caminos en nuestro medio rural para admirar riberas sin vegetación,
eriales abrasados por la desidia, restos de construcciones tradicionales
saqueados y esquilmados etc. Esto debería estar resuelto si se hubiera
comenzado hace varias décadas. La mejora y restauración de nuestros paisajes es
condición previa para establecer rutas naturales para la admiración, de quien
sepa mirar (que no son pocos), los trabajos de alto nivel.
También es cierto que muchas
repoblaciones ya consolidadas son de admirar así como la restauraciones de
algunos batanes y otras construcciones de interés. Algunos lugares deben
mantenerse en el anonimato ya que de momento es la mejor preservación.
Los servicios de extinción, el
personal que esta y no esta, los que puedan venir, deben entender (y lo saben)
que mucha gente tiene sus esperanzas depositadas en ellos y agradecidos de su
labor toda la vida. No dejéis pisotear vuestra dignidad por malos consejos, por
aquellos que son capaces de hundir su propia obra. Estar orgullosos de vuestro
trabajo y meritos grabados en vuestra conciencia al haber hecho un bien.
La crítica expira cuando es
ingrata. No debe infravalorarse el merito de quien extingue incendios
forestales. Sabemos que es difícil siempre y en especial cuando concurren
circunstancias agravantes como el viento
fuerte, la orografía, la sequedad, el difícil acceso. A ello se suma el
cansancio de los retenes, el estado anímico al no poder oír los aplausos de su
gente, el pensar que alguien puede estar acechando para iniciar otro fuego.
Sabemos que técnicamente se puede
librar un determinado espacio del incendio. Ello se consigue con una
concentración masiva de medios. Selvicultura radical, medios de extinción desmesurados,
vigilancia sobresaturada etc. Este sistema es inviable porque deben atenderse
inmensidades territoriales. Es la sociedad que debe proteger el monte en su
obrar correcto, entendiendo por ello el amor a su tierra y sus congéneres, como
acto de generosidad en el bien común.
Gabriel Úbeda
Concejal de Porzuna